TELL MAGAZINE OCTUBRE 2022

37 tell. cl ¿Y si lo que escribías te gustaba? Lo celebraba como un gol, tal como lo hacía en la cancha en mis tiempos de pichanguero impenitente. ¿Cuál es tu criterio para saber si es bueno o es malo? Es que al escribir los personajes adquieren vida propia, es increíble. Cuando una novela es mala, tienes que empujar a los personajes a hacer algo que no hace sentido. No habla como debiera, sino que habla como el autor. ¿Y no te gusta obligar a nadie? Yo escribo como Colón se tiró al mar. Él iba a buscar una rutamás corta para las Indias y terminó llegando acá. Yo me tiro a escribir con una imagen en nebulosa todavía. Si llego a las Indias es una novela lograda, bien escrita. Pero si a mitad de ruta los personajes se amotinan, se toman el barco, nos perdemos y descubrimos América… esa es una gran novela. RECONOCIMIENTO “El de ser artista es el oficio más solitario del mundo. Eres un pequeño dios donde creas un mundo con tus propias leyes. Tú puedes hacer que un personaje vuele y si la gente lo cree, vas bien encaminado. Pero si el lector duda, estás mal… no lograste hacerlo verosímil”, continúa la conversación en su mesa del Café Okus en el centro de Antofagasta. Un té, dos medias lunas y observar a la gente circulando son parte de las rutinas que lo han transformado en un ícono pop de chaqueta de cuero negra. Mientras hablamos, se acercan para felicitarlo. Hernán responde con cariño. “Mis lectores son incondicionales y yo siento su cariño. Muchas veces compran mis libros con la punta del pie en la cuneta y me los traen para que se los firme. Y yo se los firmo con cariño. Porque a veces no tiene plata para ropa u otros lujos y pagan por mi literatura”. ¿Cómo recibes ese cariño? Con agradecimiento y responsabilidad. Hay dos clases de autores: los que uno admira y los que uno admira y quiere. Yo espero ser de los segundos. Cuando murió Borges yo lo sentí mucho porque escribe espectacular. Pero cuando murió Cortázar yo estaba solo en mi casa y me senté en el sillón a llorar. Lo sentí como a un amigo. Sentir el cariño del público es impagable. Creo que lo he logrado porque busco traspasar el valor testimonial que pueden tener las historias de la pampa, que seguramente van a resonar en los que gustan de ese estilo, pero que para otros pueden no ser de interés. Mi intención es que los que vivan en la China también empaticen con las historias, aunque nunca hayan pisado el desierto. T Y vuelvo a la pregunta ¿hay alguna fórmula? Escribo por intuición. Todo lo que sé de teoría es porque lo he necesitado por la práctica. Mis mejores páginas las escribe mi duende, que me dicta al oído historias y palabras. Me sumerjo en las letras y de pronto, reacciono, como que me vuelve el alma al cuerpo y veo cómo avanzaron las páginas. Escribo sin tiempo. Y también con algo de suerte. ¡Pero Hernán, lo tuyo es puro trabajo, nada de suerte! Me siento afortunado. En este país si no tienes suerte es difícil vivir del arte. Hay que estar en el momento preciso, en el lugar indicado. Mmmmm, yo no creo en las casualidades… ¡Tengo ejemplos! Yo me había financiado mis primeros libros: Poemas y Pomadas y Cuentos breves y cuescos de breva. Los vendía, imprimía más y seguía. Pero con La Reina me dije “no pienso meterle un peso a este libro. Me voy a ganar un premio y alguien lo tendrá que editar”. Y justo apareció el Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura en la categoría novela. No quise apurarme y postular el noventa y tres. Esperé todo un año hasta sentir que estaba listo y gané. ¡Pero eso no es suerte! Es que ahí viene la suerte. El escritor Luis Sepúlveda en aquellos años era grito y plata en Europa. Justo vino a Chile a visitar a su mamá y alguien le pasó La Reina . Me mandó una carta pidiendo permiso para presentar el libro a sus editores y así traducirla ¡como a cinco idiomas! Imagínate que eso no va a ser suerte. También tengo suerte de tener amigos como Glenn Arcos, fotógrafo que se empeñó en que me dieran el Premio Nacional. Nos conocemos hace veinticinco años, cuandome pidió permiso para hacer su trabajo de título con mis libros y hemos mantenido una retroalimentación artística constante. Se consiguió todas las cartas posibles y puso mi nombre en las listas. Yo creo que tuve una suerte única de que apareciera en mi vida. Insisto en que todos tus logros son fruto de tu trabajo y tu enfoque. Y de porfía también, porque muchas veces te han tratado un poco mal en los círculos literarios… A veces me duelo, pero si soy honesto, yo no escribo para los comentaristas intelectuales sofisticados. La crítica mala hay que masticarla y si tiene algo de vitaminas, aprovecharla, pero no tragarla porque te envenena. Las críticas buenas también semastican, se saborean, pero hay que escupirlas igual, porque te hinchan.

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