TELL MAGAZINE OCTUBRE 2022

34 tell. cl Distinción máxima ENTREVISTA Hernán Rivera Letelier Cuando escribe cae en un trance parecido al de la meditación. Las páginas avanzan entre sus manos sin casi darse cuenta, en un ritual íntimo entre él y sus historias. Sabe que su fanaticada lo admira, pero sobre todo, lo quiere. Desde Antofagasta, este autor innato, trabaja incansablemente para lograr la universalidad que le permita llegar directo al corazón de sus lectores aquí y en la China. Por Texto y fotografías Claudia Zazzali C. Premio Nacional de Literatura 2022 Hernán Rivera Letelier A prendió a leer en la pampa con el clásico Silabario Hispanoamericano . Hernán Rivera Letelier bordeaba los siete años cuando dos páginas de este libro lo cautivaron y se quedaron en su memoria. No lo sabía, pero eran poemas: uno de Rabindranath Tagore y otro de Antonio Machado. Sin saberlo los declamaba cada vez que podía, atrapado por esas palabras llenas de ritmo. “Por eso los niños y niñas tienen que ser estimulados para encontrar su talento. Tienen que descubrir la danza, la música, los libros y hasta las ciencias para que sean personas realizadas”, nos cuenta en una entrevista realizada en etapas, justo en medio de la vorágine que le ha significado recibir el Premio Nacional de Literatura 2022. “Zuácate” atinó a decir cuando la Ministra Julieta Brodsky lo llamó para anunciarle este reconocimiento. Solo “zuácate”. Aún estaba viviendo el vértigo de su más reciente lanzamiento, Hombres que llegan a un Pueblo , una recopilación de historias gestadas en pandemia. Hoy ya tiene otros tres escritos en la puerta del horno. “Es que tengo todo el tiempo del mundo para escribir. Desde que decidí que me iba a dedicar en cuerpo y alma a esto, me levanto y quedo disponible para trabajar en mis historias”, declara. Me imagino que esa decisión de dejarlo todo para escribir no fue tan fácil… Cuando gané el premio (de novela Consejo Nacional del Libro y la Lectura) con laReina Isabel, en diciembre de 1994, seguí trabajando un año más en Pedro de Valdivia y me cancelé. Con el premio y algo del finiquito me compré una casa. A mis cuarenta y cinco años no tenía dónde caerme muerto. Pagué la casa y quedé a poto pela’o pero sin deberle un peso a nadie.

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