TELL MAGAZINE ENERO 2024
44 tell .cl Cuando se tiene la oportunidad de observar fotos antiguas de Viña del Mar, queda una extraña sensación de que han sido muchas las pérdidas patrimoniales que, de haberse conservado, ofrecerían un hoy un gran atractivo, algo muy relevante en la competitiva industria turística, siempre necesitada de ofrecer sellos distintivos que vayan más allá de la temporada estival, en especial, en una ciudad costera que no tiene para nada garantizado el siempre anhelado sol ni las condiciones marítimas para un disfrute del océano Pacífico. conectados con la historia Por Rodrigo Moreno (*) (*) Doctor en Historia. Director Departamento de Historia y Ciencias Sociales. Facultad de Artes Liberales, Universidad Adolfo Ibáñez. Patrimonio perdido en Viña del Mar: aprendizajes Viña del Mar es una ciudad joven si se compara con otras comunas turísticas del país. Basta observar el caso de La Serena, la que fue fundada en el siglo XVI y que conserva una línea arquitectónica y algunas edificaciones histórico–patrimoniales que hacen imperdible una visita para conocer su centro urbano. Sin embargo, en el caso de la otrora “ciudad jardín”, el hecho de que haya sido fundada solo en el último cuarto del siglo XIX, con una gran etapa de desarrollo urbano y arquitectónico en la segunda y tercera década del siglo XX, no le quita valor a la hora de poseer joyas patrimoniales de incalculable valor, que no solo le hacen atractiva para el turismo, sino también para los propios ciudadanos que eligen esta ciudad para vivir. Sola basta admirar algunos ejemplos como los palacios Rioja, Vergara, Carrasco y Presidencial, y los castillos Ross, Brunet y Wulff para constatar que el atractivo de la ciudad tiene un potencial que va mucho más allá de admirar el borde costero; y las playas que ofrecen al habitante y visitante el contacto con el mar y el bello panorama de la bahía de Valparaíso. Pero Viña del Mar tiene mucho más que ofrecer. Las bellas casonas que aún subsisten son un fiel reflejo de que estamos frente a una ciudad diferente, y que nos muestra un pasado y un “relato” que debe ser contado y que, de ser aprovechado, multiplicaría su potencial como ciudad digna de ser visitada en cualquier época del año. Sobre este punto, solo pensar que el Reloj de Flores, inaugurado en 1962, es decir, hace solo 62 años, es el atractivo turístico más visitado de la ciudad, nos lleva a imaginar que, si se hiciera un plan para destacar el valor patrimonial de la ciudad, los resultados podrían ser realmente inimaginables. Sin embargo, muchos edificios patrimoniales se han perdido en el tiempo, y lo que es más lamentable, aquello sigue ocurriendo en las últimas décadas. Las razones las conocemos, en cuanto a que los propietarios se ven imposibilitados de mantener viviendas que requieren mucha inversión en mantención y en donde el Estado no posee políticas que apoyen la conservación patrimonial, principalmente en manos privadas. Pero aún hay tiempo. Es mucho lo que se puede salvar con una mirada estratégica. Por ejemplo, la pronta recuperación de la ex Casa Italia podría dar pie a que sectores aledaños, como el paseo Valle, en donde ser conservan valiosas viviendas, coronadas con el palacio del mismo nombre, pudiesen salvarse como un conjunto que nos muestra los primeros años de la historia de la ciudad. En definitiva, es momento para hacer un plan en donde se puede aprender de errores u omisiones del pasado y comenzar a forjar una ciudad que puede ofrecer mejores atractivos, pero que requiere una mirada de conjunto, en donde lo público y lo privado deben llegar a ser socios estratégicos. Con una ciudad atractiva y segura —y que además sepa sacar partido a su historia—, el futuro podría ser auspicioso.
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