TELL MAGAZINE ENERO 2024

prestaoído 14 tell .cl Por Marcelo Contreras Los lejanos días del ruido PRESTA oído Esta es una percepción absolutamente subjetiva y personal, pero estoy convencido sobre el fin de los grandes espectáculos masivos a volumen en- sordecedor. Parte del oficio del periodismo musi- cal consiste en asistir regularmente a conciertos en Chile y el extranjero. Si bien en mis primeras temporadas rara vez tomé precauciones para pro- teger la audición, desde hace años suelo utilizar tapones para aminorar la descarga sónica de, por ejemplo, un concierto de heavy metal en el Movis- tar Arena o en el teatro Caupolicán. Antiguamente, era habitual concluir diversos shows con un notorio pitido en los oídos; imbo- rrable el severo trauma acústico en la primera visita de Ozzy Osbourne, en el entonces teatro Monumental junto a Faith No More, en 1995 —la noche de los infames escupitajos a Mike Patton—, o el regreso de Rush a Nueva York en 2002. Hubo citas en que el nivel del volumen era tan brutal e intolerable que mejor retirarse, maniobra obliga- da ante los reyes del stoner Fu Manchu en el fes- tival de Roskilde de 2003. Más que un concierto, parecía una tortura. Recuerdo incontables partidas desde el Estadio Nacional en medio de un megaconcierto para despachar la reseña la misma noche, mientras el sonido seguía rebotando implacable en los alre- dedores de Ñuñoa y comunas circundantes; qué decir de los reclamos en cada visita de Metallica, con el volumen intacto a kilómetros de distancia. Sin embargo, desde hace algunos años, apenas se supera el perímetro del Nacional en medio de un gran concierto, el sonido se desvanece. Lo mismo sucedió en la última edición del festival Fauna Primavera en el Parque Ciudad Empresa- rial, donde fue posible conversar tranquilamente sin subir la voz en medio de la música. En el último espectáculo pirotécnico para recibir el año nuevo en la bahía de Valparaíso, desapa- reció esa sensación abrumadora de estar bajo un bombardeo militar. Por supuesto, siempre existe la posibilidad de acumular un daño auditivo. He- chos los controles, no es el caso. Así como en los últimos lustros las plazas de juegos infantiles suelen estar protegidas con su- perficies más amables, los espectáculos masivos aprendieron la lección de un volumen tolerable. La garantía de un buen show ya no depende de salir hablando a gritos.

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