Entre las ventajas que incluye la inmigración en cualquier país, insoslayable el factor gastronómico. Que la cocina local se mezcle, aprenda y haga propios platos de otras latitudes, es una de las consecuencias más valiosas del asentamiento de extranjeros. En Chile por ejemplo, indiscutido el impacto que tuvo la comida china hace varias décadas y, en el último tiempo, el sushi japonés o la sofisticada gastronomía del Perú. Por lo que muestra este programa canadiense —una nación hecha tal como EE.UU. básicamente por inmigrantes—, existe una variable que aún desconocemos en este ítem: el camión de comida rápida elaborada con estilo.
Vale. Acá tenemos los clásicos carros que venden completos, sánguches de todo tipo y fritangas varias, generalmente instalados cerca de zonas de carrete juvenil. Mucha masa y grasa de tosca cocción que funciona perfecto para a) palear el bajón b) subir el colesterol. Bueno, Eat street simboliza el paradigma de que otro mundo es posible a pesar de la eventual modestia ofrecida por la comida callejera. La lógica es mostrar con un tratamiento ágil y un presentador histriónico —el comediante de stand up James Cunningham—, distintos carros de comida rápida recorriendo Canadá y Estados Unidos. Cada nota muestra sus menús, preparaciones en los reducidos espacios de los vehículos y la opinión de los comensales.
El detalle del programa es que muchos de estos verdaderos restaurantes ambulantes representan con orgullo la comida y tradiciones culinarias de gente que fue a buscar horizontes al país del norte. También resalta el hecho de que la mayoría de los platos son complejos y novedosos, muy lejos del pan, la salchicha y la mayonesa acostumbrados por acá. La condición móvil y la rapidez no significan necesariamente chatarra en la boca.