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Entrevistas

EDICIÓN | Octubre 2018

FUERTE Y CLARO

Paulina del Río, Fundación José Ignacio
FUERTE Y CLARO

Lleva cuatro años a la cabeza de una institución que le llena el alma. Perdió a un hijo, pero a diario hace esfuerzos infinitos por salvar la vida de muchos otros. Hablar sobre suicidio es la manera de prevenirlo.

Por Carolina Vodanovic/ Fotos Andrea Barceló

Ríe y contagia entusiasmo, difícil dimensionar el inmenso dolor que lleva dentro. Hace trece años su vida cambió, pese a ello, se siente feliz. “En el último cuarto de mi vida, me he encontrado conmigo misma y me caigo bien. Estudio mucho, me rodeo de gente que quiero y siento que transmito alegría... Es cierto, tengo una pena enorme en el alma, ni un minuto de mi vida se me olvida el dolor que llevo, pero a pesar de eso, puedo ser feliz”.

José Ignacio, su primogénito, tenía veinte años cuando se suicidó. “Él me avisó, hoy sé que son pedidos de ayuda que en ese minuto nadie supo interpretar, ni siquiera los doctores. Habíamos recién vuelto de vacaciones y yo ya estaba planeando las siguientes. Él me dijo, ¿para qué haces tantos planes si a lo mejor yo no voy a estar? Obvio, va a cumplir veinte años, qué le va a interesar ir con los papás y los hermanos chicos... Él estaba con depresión, estaba con tratamiento y no se me ocurrió”.

Paulina recuerda que ese último mes él estuvo muy mal. Pasaba tirado en su cama, no quería ir a clases —estudiaba Ingeniería Comercial en la Universidad de Chile—, no quería ni bañarse. “Y me dijo tal cual: me voy a matar. Yo hice lo que intuitivamente se me ocurrió, sacarlo de la cama, que se duchara con la puerta abierta y llevarlo a urgencias. Allá le bajaron el perfil. ¡Hoy sé que a alguien que dice que se va a matar, no se le puede dejar solo!”

 

¿Cómo te rearmaste y diste vida a este proyecto?

Al principio no atiné, no existía. Recuerdo que como a los dos años, cuando todos en la casa dormían, empecé a meterme en blogs donde los jóvenes buscaban métodos para suicidarse. Empecé a escribirles y les comenté que mi hijo se había suicidado, y que probablemente el sintió que nadie lo había escuchado. Me creé un email y los invité a escribirme. Me empezaron a llegar muchos correos, muchos llamados, me di cuenta de que había muchos que estaban muy solos.

 

¿Tenías en ese minuto las competencias para poder realmente apoyarlos?

Me había leído un turro de libros. Al principio igual me ponía histérica, pero no me escandalizaba. Empecé a darme cuenta de que era súper importante validar lo que me decían. Uno acompaña y la invitación es a que te cuenten por qué están sufriendo. Muchas veces el solo hecho de poner en palabras lo que la persona está sintiendo y que el otro te escuche y valide, alivia. Varias veces me han dicho que soy la primera persona que los entiende, y no es que yo sea tan especial, sino que es un método tan simple y auténtico, que me pregunto por qué no se nos enseña esto en el colegio.

Siguió estudiando y hasta el día de hoy no para. Hizo dos diplomados en psicología, estudió en EE.UU. intervención en crisis suicida, y se formó como instructora de Gate Keepers, es decir, personas de la comunidad que se entrenan en habilidades básicas para detectar si alguien está mal: se acercan, preguntan, acompañan y derivan. Hoy está haciendo un diplomado en abuso sexual infantil.

“El 2014, por otras razones, me contacté con José Andrés Murillo, de la Fundación para la Confianza, y él con mucho cariño me ofreció su equipo de profesionales y su oficina para trabajar en mi tema. Llevaba mucho tiempo juntándome con los jóvenes que requerían apoyo en las plazas, en cafés. Ahí partió la fundación propiamente tal y fue de la mano de esta otra fundación que atiende a personas que han sufrido abuso sexual y que muchas veces, han pensando en suicidarse. Hoy pertenecemos a la Red de Equipos de Prevención de Suicidios.”

 

¿En qué consiste el apoyo que se les da a los jóvenes?

Tenemos un equipo de psicólogos voluntarios que acompañan, escuchan, abrazan —por supuesto que con capacitación previa—, y hoy estamos ampliando nuestro equipo para poder atender a más gente de manera personalizada. Nosotros lo que hacemos es básicamente contener la crisis, es decir, cuando los chiquillos están al borde del suicidio; de ahí los derivamos a un psicólogo o psiquiatra según sea la necesidad.

 

¿Se pone en aviso a la familia?

Antes de que empiecen a hablar, tienen que darnos el contacto de un familiar, un número de emergencia. Hay un consentimiento informado y en el caso de los menores de edad, tienen que ir acompañados de la mamá o el papá. Está, además, la obligación de ir al psicólogo. Nuestra idea no es atender a la gente eternamente, sino que contener la crisis, y eso es súper estresante, cuando la persona ya está asomándose por el balcón. En ese minuto es cuando llaman. Desafortunadamente, no todos lo hacen.

 

¿Qué pasa por su mente en esos minutos?

La persona que se suicida o que piensa en suicidarse es una persona que sufre mucho; tiene un dolor psíquico intenso, veinticuatro por siete, y en realidad no quiere morir, lo que quiere es cambiar la vida que lleva. Cuando ya las posibilidades de cambio desaparecen para ellos, porque la mirada se empieza a estrechar, no ven más salida que la muerte. Pero cuando uno a esa persona le muestra posibilidades de hacer cambios en su vida —siguiendo una cierta técnica—, la persona sí quiere vivir.

 

¿Hay quienes amenazan con matarse solo para llamar la atención?

De partida, el que dice que se va a matar es porque está pensando en matarse. Y si está llamando la atención, tenemos que pensar que hay que estar súper mal para hacerlo con eso. Ahora sabemos que, así sea la vez numero cincuenta que amenaza con matarse, hay que tomarla súper en serio. ¿Y si esa vez lo hace?

 

PREVINIENDO

Si bien el trabajo en situaciones de crisis le demanda mucho esfuerzo, Paulina se da el tiempo para educar y capacitar tanto en colegios como en universidades. En nuestro país, trescientos jóvenes entre catorce y veinticuatro años se suicidan al año, por ello es tan importante poner en aviso tanto a padres como a profesores.

 

¿Cómo podemos prevenir el suicidio?

Me voy a ir a lo más básico: escuchamos, abrazamos, visibilizamos. Si pensamos en esa gente que se tira del Costanera Center, ¿por qué lo hacen?, yo pienso que porque quizás nunca nadie los vio... Muchas veces estamos con nuestros niños, pero no estamos; estamos con el celular, con la tele, con el computador. Si nosotros no visibilizamos a nuestros hijos y no les damos un espacio de escucha y acogida, ¿qué pretendemos? En un nivel alto, los padres son muchas veces negligentes porque están viviendo su vida, porque las mujeres también tenemos derecho a seguir nuestra profesión y a estudiar; al final todos pasamos mucho tiempo en el trabajo. Los niños no necesitan que uno esté todo el día con ellos, necesitan saber que uno está cuando ellos quieren. Desgraciadamente, nos hemos conformado pensando que el tiempo de calidad es muy bueno para los niños, pero ellos no se enferman en el tiempo que nosotros tenemos programado, no tienen pena ni se caen en los horarios que nosotros establecimos. El primer consejo es tiempo para nuestros niños. Hay algo que resulta fundamental a la hora de prevenir el suicidio, y es hablar seriamente de suicidio. Mientras barramos debajo de la alfombra nada va a cambiar. Aprendamos a hablar seriamente de suicidio y con eso me refiero a evitar el morbo, ¡eso es pésimo!

 

¿En qué consiste la capacitación que ustedes hacen en los colegios?

A la fecha, ya hemos capacitado a más de quinientos profesores y psicólogos, además de hacer charlas preventivas a los padres. También se hace posvención, es decir, intervenir en un colegio cuando ha habido un suicidio. El Ministerio de Educación está ad portas de sacar un manual sobre prevención de suicidios y, sin duda, es un tremendo paso, pero hay una distancia enorme entre eso y la práctica.

 

¿Cuál es la principal aprehensión de los profesores?

Temen que les vaya a pasar a ellos, que uno de sus alumnos se vaya a suicidar. Cuando ha habido un suicidio los profesores quedan destruidos, uno pensaría que solo afecta a la familia, pero eso no es así. Hay que intervenir todos los grupos del colegio, hay que diagnosticar la situación y ver cómo hacer la prevención. Yo voy mucho a colegios y me doy cuenta de que hay un cambio; los profesores hoy en día están muy comprometidos con la educación psicoemocional, están muy atentos a los cambios que presentan los niños.

 

A tu juicio, ¿puede el bullying llevar al suicidio?

El bullying es un factor importante en el suicidio, pero no es el único. Hay una disposición personal, hay asuntos psicológicos, biológicos, personales, familiares y culturales, además de bullying. Las redes sociales no ayudan en nada, pero no las criminalizo porque es justamente, a través de ellas, que podemos contactarnos con los jóvenes y ofrecerles ayuda. Creo que debemos hacer un trabajo, desde que los niños son pequeños, en tanto aprendan habilidades sociales y colaboración. Creo que hemos perdido el sentido de comunidad y debemos recuperarlo. El suicidio tiene un componente importante de eso, la falta de pertenencia y de colaboración, acaso, ¿cómo antes mataban un mamut?

“Es importante que los padres se den cuenta de que no porque los jóvenes parezcan rodeados de un montón de gente, se sienten acompañados. Lo otro importantísimo es la tolerancia a la frustración. Es un rol paternal que tenemos bien olvidado y es crucial que los niños aprendan a lidiar con problemas, no podemos solucionarles todo, no les hace bien, a la primera se nos vienen al suelo”.

 

 ¿Sientes que el trabajo en la fundación te ha ayudado a sobrellevar tu pena?

Estoy la mayor parte del tiempo trabajando por José Ignacio y con José Ignacio; él está siempre conmigo. Ha sido una forma muy sana de hacer mi duelo, porque le he dado un sentido a su muerte, a su dolor, a no haber podido estar ahí para aliviar su dolor. Hoy el sentido de mi vida es poder estar para otros jóvenes. Esto me ha permitido entender que yo tenía talentos que no sabía y no los había podido desarrollar. Estuve dos años en ingeniería comercial y me cambié porque no era lo mío, luego entré a traducción, me titulé, pero tampoco era lo mío, recién ahora escuché mi propia voz... lo mío es la gente, escuchar, acoger y abrazar.

 

“Uno acompaña y la invitación es a que te cuenten por qué están sufriendo. Muchas veces el solo hecho de poner en palabras lo que la persona está sintiendo y que el otro te escuche y valide, alivia”.

“De partida el que dice que se va a matar es porque está pensando en matarse. Y si está llamando la atención, tenemos que pensar que hay que estar súper mal para hacerlo con eso”.

“El bullying es un factor importante en el suicidio, pero no es el único. Hay una disposición personal, hay asuntos psicológicos, biológicos, personales, familiares y culturales, además de bullying”.

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