“De agricultores a empresarios”, así se define la familia Ramírez Matte, que ya va en la novena generación trabajando la tierra de Ocoa. Lugar que desde comienzos de los noventa vio nacer la marca Rocky y los famosos tomates cocktail que son reconocidos en todo Chile. Hoy padre e hijo han apostado por la sustentabilidad y la innovación, incorporando nuevos productos, como son los pimientos dulces, las frutas tropicales y los snacks.
Por María Inés Manzo C. / Fotografía Mariela Sotomayor G. y gentileza de Rocky (Juan Cristóbal Lara @eljuancri)
En el verde valle de Ocoa, zona rural de la comuna de Hijuelas, Región de Valparaíso, se encuentran los terrenos de la familia Ramírez Matte; quienes llegaron al lugar en 1771, cuando no existía el tren de Santiago a Valparaíso y menos la carretera. Allí comenzó la historia de una familia agricultora que trabajaba el trigo, el pasto y el ganado; y que generaciones después, a comienzos de los noventa, se aventuró con los tomates cocktail.
“Estas tierras vienen de herencia por el lado de mi madre, Sonia Matte Guzmán y de nuestros antepasados, quienes comenzaron a trabajar aquí mismo hace 247 años atrás. Por eso existe una tradición muy grande y un amor por la tierra. Con mi hermano somos la octava generación y mi hijo, Tomás, es la novena, lo cual es para nosotros una gran responsabilidad y orgullo. Si bien en los inicios no se producían tomates, porque se necesitaban productos que se pudieran guardar todo el año, se hacían jarcias, se extraían minerales y se sacrificaba el ganado y se salaba la carne o se llevaba a la ciudad para faenarlo. Pero desde ese entonces nunca se ha dejado de producir”, recuerda Roberto Ramírez Matte, gerente general de Rocky.
“Mi abuelo siempre me decía que esta tierra no les pertenecía, sino al revés, que ellos pertenecían a la tierra. Eso es algo muy valioso y que respetamos hasta hoy, pues somos parte de una comunidad, cuidamos y queremos nuestro entorno”, agrega Tomás Ramírez Cruz, subgerente general.
¿A qué se debe el nombre Rocky?
T: Antiguamente sólo se vendía el tomate Carmelo o Limachino —bien jugosos y que salían en verano—, pero duraban sólo dos o tres días y se echaban a perder, porque eran muy blandos. Cuando trajimos una nueva variedad (bonito, sabroso y firme), nos dimos cuenta de que había un potencial de mercado y empezamos a buscar con qué nombre diferenciarla del resto de los tomates. En ese tiempo estaba de moda la película Rocky, del boxeador que recibía golpes y aguantaba todo. Era perfecto para destacar la dureza y firmeza de nuestro tomate.
R: Mi hermano Andrés comenzó produciendo los primeros tomates en nuestros terrenos, pero luego lo dejó por las paltas y las flores, bajo la marca Agrícola Ocoa. Y fue exactamente en el noventa y dos que comenzamos nosotros con la marca Rocky. En ese entonces estaba mi padre vivo y Tomás tenía doce años. Fue muy bonito, porque el nombre comenzó a pegar fuerte en el mercado y empezamos a destacarnos… esta era una variedad única que trajimos desde Israel. Fue tan así que la gente y los feriantes llamaban a cualquier tomate pequeño Rocky, incluso los de otros productores que salieron después. Otra anécdota es que por veinte años la Revista del Campo de El Mercurio, publicaba en sus rankings a los “tomates Rocky”, pensando que eran una variedad y nos hacían tremendo favor (ríe).
¿Cuál fue el primer gran cambio?
T: Pasamos de agricultores a empresarios, que es una gran diferencia. Porque antes nos preocupábamos de producir commodities, tomates genéricos que nadie identificada. Pero nos dimos cuenta de la importancia de tener una marca, de diferenciarnos y de relacionarnos con el consumidor final. Y eso ha sido súper valioso y bonito para nosotros, porque la gente nos busca y prefiere.
TRADICIÓN DE AGRICULTORES
Los famosos tomates Rocky se encuentran en invernaderos en siete hectáreas y media de las veinte del terreno familiar, donde cultivan ocho variedades (Romanita, el producto estrella; Regy, Berry, Cherry Racimo, tomates larga vida, tomates grapes o Tomateens, Chocolito y Gold). Además de mini pimientos dulces, pimientos Sweet Palermo y su última novedad: los mini pepinos.
“Hoy somos los que estamos más adelantados en el mercado, porque nos hemos preocupado de traer envases y semillas del extranjero (como Japón y Holanda), variedades que tenemos bajo royalty, entonces hemos ido protegiendo de la mejor manera posible nuestro negocio”, cuenta Roberto Ramírez.
¿Por qué no exportan?
R: Porque no es fácil exportar, principalmente por las características del tomate. Además, como todos los países lo producen jamás podríamos llegar al valor en que se vende la palta, por ejemplo. Lo que sí tenemos es una exportación chica y estacional en Buenos Aires, cuando los precios lo permiten, con algunos tomates y las paltas de la familia, bajo nuestra marca.
Pero llegan a todo Chile…
T: Sí, entregamos a las centrales de distribución de los supermercados. Asimismo, para asegurar la producción, desde mayo hasta noviembre trabajamos con productores en Azapa con nuestras semillas. Tenemos un par de meses en otoño y primavera que estamos trabajando en paralelo, pues nuestra producción en Ocoa comienza a fines de octubre hasta fines de junio.
R: Esa es la única posibilidad de mantener marca e incrementar el volumen de venta en los mercados con hortalizas, teniendo presencia los doce meses del año. Si no perderíamos cinco meses de venta y con el tiempo desapareceríamos. Además, es una ventaja importante respecto a la competencia, porque todo el año mantenemos la calidad.
¿Qué crisis los ha marcado?
T: Cuando la exportación general estaba enfocada hacia Argentina y se cayó, también lo hizo el volumen de producción, tanto de nosotros como de otros productores. Bajaron los precios y nuestra producción se fue a cero. Fue el momento en que nos reconvertimos y nos transformamos en comercializadores de tomates. No podíamos ser sólo ser productores, porque ya no era un buen negocio. Ese fue el cambio más brusco que hemos sufrido en estos veintiséis años.
¿Cuándo incorporaron los demás productos?
T: Llevamos alrededor de cuatro años incorporando productos aparte del tomate. Todo comenzó desde Arica, pues nos hicimos muy amigos de productores locales y comenzamos a trabajar juntos. Aprovechando el buen clima de allá probamos con las frutas tropicales, con distintas variedades y hoy vendemos maracuyá, granadilla y papaya.
SUSTENTABILIDAD Y RSE
“Hoy estamos enfocados en la sustentabilidad y en alinearnos a la tendencia ecológica mundial, tratando de reducir el plástico de nuestros envases (que ya son de plástico reutilizable) e incorporando un cincuenta por ciento de cartón. Buscamos una producción más limpia y que dañe lo menos posible el medio ambiente”, señala Tomás Ramírez.
Ustedes realizan polinización con abejorros…
T: Sí, de hecho partimos hace ocho años atrás para evitar el uso de hormonas, porque antes se aplicaba un químico para cuajar y que saliera un bonito tomate. Tenemos colmenas adentro de los invernaderos y estos van trabajando de lunes a lunes, no paran (ríen). Además, desde el año pasado estamos haciendo ensayos con control biológico para poder llegar a ofrecer tomates libres de pesticidas, es decir, sin ningún químico en la producción.
¿Cómo se relacionan con la comunidad?
T: Buscamos participar en proyectos sociales y por eso apadrinamos a la escuela básica local que está al lado de nuestro campo. Con ellos realizamos hartas actividades que van más allá de entregarles dinero, comprar computadores o juegos. Somos partícipes de su educación, tenemos reuniones con los profesores y organizamos paseos; por ejemplo, el año pasado los llevamos a KidZania y anteriormente al MIM.
R: Es parte de nuestra Responsabilidad Social Empresarial y de nuestra vocación comunitaria. De hecho, en el gobierno de Patricio Aylwin, el ministro de Educación de ese entonces, Jorge Arrate, rebautizó esta escuelita con el nombre de mi abuelo: Benjamín Matte Larraín. Desde entonces estamos comprometidos y nos interesa seguir apoyándolos. Mi madre estuvo a cargo por muchos años y hoy estoy yo junto a mi hermano Andrés. Queremos seguir trabajando y nuestro próximo proyecto es con el club de futbol que tiene el nombre de nuestro bisabuelo: Jorge Guzmán Montt.
Sus trabajadores llevan varias generaciones también…
T: Sí y la mayoría de la gente que trabaja con nosotros es de la misma comunidad, que me conocen desde que nací; hay mucho cariño e historia. Somos una gran familia en torno a Rocky; hoy trabajan alrededor de ochenta y cinco personas, que aumentan en temporada de cosecha.
¿Dónde está el foco hoy?
R: Nos hemos dado cuenta de la importancia del marketing, hemos mejorado colores, productos, publicidad y la relación en las redes sociales (@chilerocky). Ahora estamos en un boom de internet y esos son mecanismos que antes no existían. Tengo sesenta y seis años, he ido aprendiendo, pero también entiendo la importancia de delegar. Por eso contamos con Vicente Larraín Mac-Lean, nuestro jefe de marketing. No podemos detenernos, porque las empresas, para poder avanzar con éxito tienen, que reinventarse, según lo que va apareciendo en el mundo. Ha sido un aprendizaje bien entretenido.
T: Siempre estamos visitando ferias internacionales y viendo tendencias. También tenemos una alianza con nuestro producto Tomateens y el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), con el programa “cinco al día”, que alienta el consumo de fruta y verdura en los niños; que además vamos a implementar en la escuela local. Estamos promocionando los beneficios del tomate, incentivando la alimentación saludable (con recetas y chefs), mitigando la huella impacto del plástico y preocupados del desarrollo sostenible que debe ir de la mano de la educación y el medio ambiente.