Kiss se acaba y la lápida será la gira End of the road durante tres años. Para la generación con más de cuarenta, la banda formada en Nueva York, en 1973, se grabó para siempre en la memoria con su rock fiestero en un montaje de circense parafernalia. Como en toda agrupación legendaria, hay un manager detrás jugado en el momento preciso. En esta historia se llama Bill Aucoin, un excamarógrafo que ascendió en la televisión hasta dirigir. Kiss le envió incontables invitaciones para sus conciertos con la esperanza de ser llevados a un programa. Bill los vio en un antro en Manhattan en el verano del 73, cuando sólo pintaban sus rostros y vestían jeans. Se dio cuenta que a) no eran muy buenos músicos b) estaban dispuestos a todo. “Fue Bill quien dijo ‘llevémoslo al enésimo nivel’”, contó el bajista Gene Simmons en la biografía Kiss: behind the mask (2003). Bill Aucoin convirtió a la tosca banda de rock duro en un número coreografiado acompañado de explosiones, fuego y vómitos de sangre. Siguiendo el modelo de The Beatles, cada miembro debía convertirse en un personaje con sus propias características. Estaba tan seguro de las posibilidades del grupo, que se autoimpuso conseguir contrato en un mes. Antes de la fecha, Paul Stanley, Gene Simmons, Ace Frehley y Peter Criss firmaban con el sello Casablanca. Fue también su idea que los rostros de cada músico no fueran revelados, toque maestro para mantener la expectación. La gira de Kiss, en 1974, se financió con su tarjeta American Express. Al año siguiente recibió un cheque de Casablanca por dos millones de dólares.
En 1982, Bill Aucoin fue despedido. Gene Simmons dijo que ganaba mucho para lo que trabajaba. Efectivamente, cobraba un 25% mientras el promedio en el negocio era 15%. “Charlamos durante una hora o más”, declaró en 1998, “todos llorando y todo eso. Era el final y ya está”.