En todos mis años en Tololo, al menos sentí cuatro terremotos. Algunos en el día, cuando dormía y otros en la noche, cuando estábamos observando. Lo simpático de los sismos es que uno ve, en las pantallas y monitores de televisión que apuntan a las estrellas, un suave movimiento de desplazamiento de las imágenes estelares.
En todos los observatorios astronómicos de nuestro país, el enemigo número uno son esas inesperadas sacudidas que afectan a instrumentos y telescopios que pesan, generalmente, varias toneladas.
Durante el día los telescopios están, casi siempre, anclados a sus frenos mecánicos, los que evitan que el telescopio se mueva por sí solo, cuando hay un sismo fuerte. En cambio, durante la noche, cuando se está realizando la observación, el telescopio está "libre" y apoyado por una película de aceite, por donde se desplaza, sin tocarse partes sólidas entre sí, como lo hace un rodamiento.
Los diferentes sensores de movimiento, que están adosados al instrumento, actúan de inmediato, activando los frenos, cuando el movimiento hace peligrar el equilibrio del telescopio, por la inercia y energía que se presenta, cuando el grado es mayor de 4, en la escala Richter. Al menos es así en Cerro Tololo.
Importante es indicarles a los astrónomos que si el sismo es muy fuerte, los ingenieros y técnicos deben hacer una revisión muy minuciosa del telescopio, para desactivar los frenos, que mantienen fijo el instrumento a la estructura.
En todos mis años en Tololo, al menos sentí cuatro terremotos. Algunos en el día, cuando dormía y otros en la noche, cuando estábamos observando. Lo simpático de los sismos es que uno ve, en las pantallas y monitores de televisión que apuntan a las estrellas, un suave movimiento de desplazamiento de las imágenes estelares.
Nuestro cuerpo y el edificio no logran percibir esa fina oscilación que sí lo hacen los monitores conectados a los potentes telescopios. Después de algunos segundos y advertidos por las imágenes en las pantallas, sentimos el movimiento que puede ser breve o muy intenso.
Cuando se clasifica el movimiento como terremoto, las actividades astronómicas se suspenden y todo el personal sale a terreno, para ver los posibles daños ocasionados. Hemos visto maquinarias de tornos mecánicos y fresas, que pesan casi una tonelada, volcadas en el piso, como si una poderosa mano las hubiera empujado. Lámparas y televisores en el suelo. Caída de enormes rocas por la ladera de la montaña, que interrumpen los caminos de acceso al observatorio.
Todos los edificios y cúpulas que contienen los telescopios, están construidos para soportar terremotos. Más aún en nuestro país, que se caracteriza por sus sismos. Por lo tanto, los lugares más seguros son al interior de los edificios y cúpulas. La sensación, durante un terremoto, es como ir en una carreta por sobre piedras o rocas, es decir, saltar en nuestros asientos, durante el período máximo del evento.
La parte favorable es que, los grandes terremotos, se han producido durante la fase de Luna llena. ¿Por qué es favorable? Es favorable porque la Luna es un "farol natural" que ilumina a aquellos sectores en donde la energía eléctrica se interrumpe.
Todos los observatorios astronómicos tienen, de respaldo, generadores de emergencia que se activan cuando la energía primaria deja de actuar. En cambio a los computadores, conectados a programas muy sofisticados, nunca se les interrumpe su energía eléctrica, ya que usan una moderna conexión de energía, llamada UPS.
Todos sabemos que, en algún momento, en nuestro Chile, se nos moverá el piso nuevamente de forma muy fuerte, como sucedió en esos días de febrero, en pleno período del Festival de Viña, a las 3:30 horas de la madrugada. Recuerdo que me quedé con las entradas para ir con la familia a la clausura del festival y quedé "con cuello" al no poder ver a mis artistas favoritos de música popular. "Para otra vez será", como decía el famoso Leonardo Favio.