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EDICIÓN | Agosto 2016

Abrazo de color

Maite Izquierdo, artista textil
Abrazo de color

Una de sus obras está en este momento en Polonia, en la muestra más antigua y grande del mundo en arte textil contemporáneo. Un reconocimiento a una artista que cree que hay que hacer lo que a uno le nace. Y a ella la inspiran las telas. Colores, texturas y materiales cotidianos son los protagonistas de su obra.

Por María Jesús Sáinz N. Fotografía Andrea Barceló A. y Pablo Izquierdo.

En la primera planta de un edificio moderno y recién inaugurado en plena avenida Las Condes, está el taller de Maite Izquierdo. Hay mucha luz y colores. Algunas de sus obras adornan los muros y miles de cajas con telas, retazos, hilos, lanas y tintas, invitan a soñar con nuevas creaciones.

Es su nueva casa creativa. Se instaló en este lugar nada más llegar de Lodz, Polonia, donde asistió a la inauguración de la XV Trienal de Arte Textil que expone una de sus obras, entre las creaciones de más de ciento treinta artistas del mundo entero.

Llegar hasta este momento de reconocimiento y consolidación, ha sido un camino con muchos viajes y mudanzas. Cambios. Eso es lo que le ha tocado experimentar, pero nunca ninguna nueva aventura la ha alejado del arte textil.

Creció en una familia vinculada a lo plástico. Entre sus ocho hermanos cuenta tres artistas y dos diseñadores. Tuvo un padre que pintaba y una mamá que escribía en Artes y Letras. “Siempre supe que me iba a dedicar a esto”, dice entre risas.

Estudió Arte en la Universidad Católica y, aunque pensó dedicarse al grabado —técnica que le apasiona hasta el día de hoy—, la belleza de las telas, la diferencia de sus texturas y la potencia de los colores, la fueron seduciendo de a poco. “Yo creo que el textil, en sí, es un abrazo. Siempre lo he sentido. Es algo tan cercano a nosotros que no lo visualizamos ni le damos la importancia que merece, pero finalmente es nuestra segunda piel. Y tercera, y cuarta. Es parte de nosotros, desde las sábanas que ocupamos todos los días o la ropa interior, hasta el abrigo que nos ponemos”.

¿Te interesa representar ese contacto cotidiano?
Es que estamos en un constante tacto con el textil y eso es algo que cuando te lo encuentras en una exposición o en un gran mural, obviamente te sientes cobijado.

¿Buscas transmitir esa calidez?
Trabajo con un material muy propio del hombre. No es simplemente una técnica. Yo necesito del textil para comunicarme, aún más como artista.

TRADICIÓN ANCESTRAL

A pesar del enorme valor artístico que Maite ve en las creaciones textiles, asegura que no siempre en Chile se ha valorado esta expresión. En la propia escuela de arte, nunca se lo mostraron como un arte mayor. “En ese entonces era visto como un oficio, más vinculado a lo artesanal. No estaba considerado como la pintura o la escultura”, recuerda.

De todos modos, ella seguía el trabajo de grandes creadores que venían haciendo arte textil en Chile y estaba consciente de la tradición que había, no solo en Latinoamérica, sino en nuestro país con exponentes como Violeta Parra.

Sin embargo, lo que la llevó a hacer sus propias creaciones fue más bien una fascinación personal. “Siempre me encantó el mundo de la costura. Desde chica fui coleccionista de géneros. Siempre había tela y botones entre mis cosas”, recuerda.

Recién titulada, gozó de cierta fama confeccionando polleras llenas de colores. Al poco andar sus creaciones se pusieron de moda. “Comenzó como un juego y se me terminó yendo de las manos. Tenía muchas clientas. Fue una época muy entretenida”, dice. Sin embargo, la posibilidad de viajar a Estados Unidos con su marido terminó con su incipiente carrera como diseñadora.

Ya instalada en California, adonde se llevó los retazos que sobraron de las faldas, comenzó a pintar con telas. “Ponía un pedazo de género junto al otro e iba haciendo una verdadera pintura”, explica.

De regreso a Chile y en una época en que no era común enmarcar bordados ni tapices, se aventuró con su propia exposición y fue un éxito. Luego, le tocó una vez más hacer maletas y partir. Esta vez a Australia. Ahí se relacionó con muchos artistas que se dedicaban a esto, hizo varias exposiciones, aprendió mucho y supo que, para el resto de los creadores, sus obras tenían fuerza, carácter latinoamericano y mucho color.

TRAZOS E HILACHAS

Hoy en día varios proyectos la tienen motivada y ocupan sus días. El más importante es la espera de su cuarto hijo. Embarazo que en nada ha detenido su capacidad creadora.

Todo lo que está desarrollando será presentado en una obra personal ya agendada para marzo de 2018, en Artespacio, y que, al ser de largo aliento, le ha permitido experimentar nuevas técnicas.

Cada martes se reúne con un grupo de ocho artistas, invitados por Anilinas Montblanc, a experimentar con un tipo de tinta que se llama “pigmento de sublimación”. La idea es buscar aplicaciones, técnicas de estampado con calor y resultados creativos para hacer una instalación y una exposición colectiva.

Además, continúa con el workshop “Trapos e Hilachas” que, junto a Denise Blanchard, viene desarrollando desde hace tres años. Trabajan con grupos reducidos y sobre un objeto específico. Una experiencia que califica como “más experiencial que técnica”.

La obra que fue a presentar en Polonia, la realizó en la residencia artística “Anexo Placer”, que está en la ex Fábrica Textil Musalem, junto a un colectivo de diez mujeres artistas. “Matadero textil” se llama, y está inspirada en la historia del barrio Matadero-Franklin y de los hombres que, a inicios del siglo pasado, trabajaban ahí. “Eran vistos como pendencieros, vivían hacinados y bajo pésimas condiciones de higiene”, explica, y ve en esos galpones que más tarde serían convertidos en una fábrica textil, la sanación de ese pasado difícil.

Curiosamente, el emplazamiento de la trienal es también una exfábrica. “La historia de Lodz está estrechamente relacionada con el desarrollo de la industria textil. Muchos de sus habitantes hicieron grandes fortunas en la producción de telas y el comercio, contribuyendo así a su desarrollo”, explica.

¿Tuvo un significado especial para ti poder exponer ahí?
Ser expuesta en un país tan dolido y bombardeado como Polonia es significativo. Mi “Matadero Textil” es también un acercamiento al dolor, a la carne, a las enfermedades y penas, a esos sentimientos y a esas historias de tantos cuchilleros y carniceros, que desde niños mojaron sus pies en sangre y pasión, mientras jugaban en esos galpones.

 

"Yo creo que el textil, en sí, es un abrazo. Siempre lo he sentido. Es algo tan cercano a nosotros que no lo visualizamos ni le damos la importancia que merece, pero finalmente es nuestra segunda piel. Y tercera, y cuarta”.

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