En su taller ubicado en la comuna de Arauco, Nadeshda Mordwinkin, de origen ruso, desarrolla hace más de treinta años una técnica única que hace que cada cerámica parezca resquebrajada y de apariencia envejecida. La Loza Antiqua llegó a ser conocida en lugares tan diversos como Canadá, Portugal, España e, incluso, Sudáfrica.
por Cristóbal Montecinos C. fotografías Sonja San Martín D.
Nacida el 26 de septiembre de 1931, en la ciudad de Yagodina, Serbia, Nadeshda Mordwinkin Rudenko no representa la edad que tiene. Con una agilidad y lucidez que sorprenden, solo se queja por tener que cargar algunos de los moldes con que elabora sus cerámicas, que fácilmente pueden alcanzar los cincuenta kilos de peso.
Sus padres, Boris y Vera, salieron de Rusia en tiempo de la revolución, fueron sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial y de la masacre de Lienz, en junio de 1945. Tres años más tarde, Nadeshda Mordwinkin llegó al país junto a ellos y sus dos hermanos Vladimir y George, en el barco General Bleck, que trajo refugiados de guerra desde Yugoslavia por gestión realizada por la Naciones Unidas y que arribó a Valparaíso el 13 de agosto de 1948.
ARTISTA
Sin estudios formales relacionados con el arte, Naya, como la apodan sus hijos y nietos, dice que heredó las habilidades artísticas de su familia. “Mi abuela paterna sabía tocar piano y algunos tíos tocaban el violín. Además, mi madre tenía unos parientes pintores en Rusia, aunque la mayoría de mis antepasados maternos eran sacerdotes o miembros del ejército. Mi único hermano vivo es sacerdote ortodoxo en Estados Unidos”, detalla.
Al llegar a la zona, y tras desempeñarse en una pequeña fábrica de loza en Lota, Nadeshda trabajó en la industria Fanaloza. Al poco tiempo conoció en la empresa a quien sería su esposo a partir de 1951, César del Río Guerra. Se mudaron a vivir a Arauco, donde criaron a sus seis hijos y donde Naya reside actualmente. “Aquí vivo sola luego de que mi marido falleciera hace cerca de veinte años, pero estoy muy acompañada por mis hijos, mis doce nietos y seis bisnietos que me vienen a visitar”, cuenta.
En julio de 1973, motivados por el clima de polarización que predominaba en el país, decidieron mudarse a Estados Unidos, donde vivieron poco tiempo, y luego viajaron a Costa Rica, donde permanecieron siete años. En Centroamérica, instalaron una fábrica de cerámicos, aprovechando la capacidad empresarial de su esposo y el talento artístico de ella, quien, además, dictó clases de pintura y condujo un programa de televisión, donde enseñaba a confeccionar cerámicas.
RECONOCIDA
En 1979, regresaron a Chile y ella continuó en el rubro de la elaboración de cerámicas de manera independiente, mientras que su esposo asumió como gerente de Fanaloza. Cuatro años más tarde, él renunció a su trabajo para dedicarse por completo al proyecto que Naya tenía en mente: elaborar piezas con apariencia envejecida, basada en el diseño y colores de una cerámica que recordaba haber visto en casa de sus abuelos.
Desarrolló la técnica adecuada para lograr la textura resquebrajada y encontró los colores para dar forma a la cerámica que ella había visto en su niñez. “Alguna vez compramos un barniz craquelado, como si viniera con fallas, y dimos con la expresión que queríamos”, revela.
Así nació la Loza Antiqua, piezas únicas en el mundo en forma de jarrones, fruteras, ánforas griegas, floreros, joyeros, lavatorios, maceteros, platos y diversos objetos menores. “Llegamos a dar trabajo a casi treinta personas en nuestra mejor época y la loza se hizo conocida en muchas partes del mundo, como Canadá, Portugal, Rusia, Sudáfrica y España, desde donde, incluso, varios chilenos la compraban y la traían como gran novedad”, comenta Naya.
“En el proceso de fabricación, ocupo una arcilla blanquecina, que una vez moldeada y pulida, horneo a mil treinta grados Celsius de temperatura, por ocho horas. Cada pieza adquiere un color café rojizo. Luego, le aplico un barniz especial que permite el craquelado de pequeñas grietas y, posteriormente, regresa al horno por otras ocho horas”, explica.
ASPECTO ÚNICO
El colorido de cada pieza conforma la etapa final, usando principalmente pintura azul, café claro, turquesa y verde. “Compramos grandes tambores de pigmento en Alemania y esta parte es la que más disfruto, porque puedo aplicar mi habilidad para pintar. Se trata de un trabajo muy delicado y la gracia está en que cada pieza tiene un diseño distinto e irrepetible”, reconoce.
Consciente de que se trata de una técnica especial de pintado, Nadeshda Mordwinkin ha dictado talleres a la gente de la zona, aunque le gustaría que sus hijos también aprendieran. “Ellos conocen bien el proceso de elaboración de la cerámica, pero no saben muy bien de decoración. La idea es que ellos sigan con esta labor”, admite.
Naya, que en sus ratos libres se dedica a pintar cuadros y a cuidar su amplio jardín, sabe que la Loza Antiqua marcó una época. “A fines de la década de los años ochenta comenzamos a exportar esta cerámica y aún viene mucha gente a mi taller buscando alguna pieza, que ya son de colección gracias a su calidad y belleza”, concluye.
“Consciente de que se trata de una técnica especial de pintado, Nadeshda Mordwinkin ha dictado talleres a la gente de la zona, aunque le gustaría que sus hijos también aprendieran”.