Siempre supo que iba a ser arquitecto. Desde muy pequeño, Nicolás Valdés (30) acompañaba a su padre a las obras y paulatinamente fue interiorizándose en el mundo de la arquitectura. Cuando ya cursaba la mitad de la carrera, fue seleccionado como uno de los mejores estudiantes de su generación para viajar a Europa, instancia en la que recorrió, minuciosamente, ciudades como Barcelona y París.
Ese fue el punto de inflexión. A partir de ese taller, entre sus mayores anhelos comenzó a rondar la idea de convertirse en un destacado arquitecto. Un camino que no ha sido fácil y prueba de ello es que estuvo varios meses en busca de una práctica profesional en distintas oficinas de Europa hasta que, finalmente, la insistencia dio frutos. En Sauerbruch Hutton se interesaron por él y fue así como partió a Alemania con la intención de codearse con los mejores.
Algunos años después de esa experiencia, asistió a una exposición urbana en el Parque Bicentenario de Vitacura, oportunidad donde se sorprendió gratamente al ver que sus propios trabajos eran exhibidos en diversos paneles pertenecientes a la respetada institución en la que trabajó en Berlín.
Quería probar qué se sentía estar ahí y también la idea era ganar currículum. Además, me interesaba tener la experiencia de trabajar en Europa, que es una de las partes donde se hace la mejor arquitectura.
Esa fue mi primera pega fija con contrato, mi primer sueldo y más encima en euros.
¿Cómo recuerdas tus primeros días trabajando en Alemania?
El primer día que llegué, me empezaron a presentar al resto de mis compañeros de trabajo que eran de Yale, de Harvard, de Cambridge, de las universidades más prestigiosas del mundo. Yo, que venía de la Viña del Mar, pensé: ¡qué hago acá! Entonces fue un proceso en el cual me puse en valor a mí mismo y donde la idea no era solo llegar hasta ahí, sino que hacer las cosas bien.
¿Cómo fue el proceso de adaptación?
Cada día que iba al trabajo, en el primer mes y medio, era un desafío. Transpiraba helado y me preguntaba qué me van a pedir ahora, en qué idioma me lo van a decir. Todo el sistema computacional de la oficina estaba en alemán, entonces me hice un libro con todas las palabras técnicas para traducirlas al inglés y así al final me aprendí de memoria todo.
¿En qué consistió tu trabajo en Sauerbruch Hutton?
Al principio partí haciendo trabajos que no eran muy entretenidos. Estuve encargado de limpiar los planos para que hubiera una buena lectura de ellos en obra. Básicamente era el junior de la arquitectura, así comencé.
¿Y después de eso en qué trabajaste?
Yo estaba trabajando en un área demasiado técnica, muy vinculada con la construcción y donde todo estaba en alemán, por lo que era complicado y difícilmente iba a poder desarrollarme en ese espacio. O me quedaba ahí haciendo trabajos básicos, sin ningún desafío y sin que nadie me molestara, o trataba de esforzarme para meterme en el área de concursos de la oficina para empezar a diseñar. Entonces le insistí al jefe de dicha zona que quería cambiarme para trabajar en su piso, le mostré mi portafolio hasta que al final llegó un concurso por una iglesia y me metieron a trabajar ahí.
Un proyecto no menor dadas las connotaciones que posee una iglesia...
A las oficinas de arquitectura les gusta mucho la posibilidad de hacer una iglesia, ya que es bien sublime, sin importar si uno es católico o no, porque arquitectónicamente es muy enriquecedor. Para esta empresa, era la primera vez que se presentaban a concursar por algo así y la arquitecta dueña —Luisa Hutton— estaba muy interesada en que nos fuera bien. Entonces entré a trabajar en un proyecto importante y emblemático, aunque no era tan grande y complejo como otros.
¿Cómo fue tu participación en dicho proyecto?
Fueron tres meses de dedicación completa donde en el último tiempo no tuve ni sábados ni domingos. Se trataba de una iglesia en Colonia que incluía un centro comunitario bastante grande. Con un estilo minimalista, lo que hicimos fue integrar los árboles que existían previamente y todo quedó alrededor de ellos, de manera tal que la iglesia se diseñó con una plaza central y natural.
¿Algún otro proyecto emblemático en el que participaste?
Un masterplan en Berlín fue otro trabajo importante. Era sobre un terreno de la empresa de trenes del país, de enormes dimensiones en medio de la ciudad y que quedó luego que botaron el muro. Esos paños gigantes permanecieron sin construir y se llamaban las “tierras de nadie”. Hicimos un diseño con urbanismo, edificios de oficinas, viviendas y comercio. Era como una especie de Central Park, pero salimos segundos, no nos ganamos el proyecto. Lo que sí ganamos, fue otro concurso de un centro comercial en Alexander Platz.
¿Cuál es la arquitectura predominante en Sauerbruch Hutton?
Se caracteriza por ser sustentable, que significa una arquitectura inteligente. En definitiva, usan varios inventos que hacen mejor el funcionamiento del edificio para que energéticamente sea más eficiente. Este tipo de arquitectura es lo que se viene de aquí en adelante.
¿Existen muchas diferencias entre la arquitectura que se desarrolla en Alemania y en Chile?
La gran diferencia que hay entre Chile y Alemania es que allá no se gasta tanto dinero en la estructura. Como acá hay terremotos, las construcciones son más caras porque la estructura tiene que ser más potente, más sólida. En Alemania, como no los hay, lo que se ve es un diseño más fino, más vanguardista. No obstante, en general, la arquitectura está bien globalizada. Lo que se ve en Chile, por ejemplo, con el Centro Cultural Gabriela Mistral, es espectacular. Esa obra podría estar en Europa. Pero más allá de eso, la mejor arquitectura es la que se adapta a la situación de la localidad donde se inserta y ahí es donde se marcan diferencias.
APLICANDO LO APRENDIDO
Tras más de un año y medio en Alemania, primero como practicante y luego como arquitecto asistente, Nicolás Valdés volvió al país totalmente renovado tras una experiencia que lo marcó a fuego y que le abrió la mente en términos personales y profesionales.
Motivado por poner en práctica su aprendizaje en el Viejo Continente, se dio el gusto de conformar Ducasse & Valdés Arquitectos. Una oficina que pese a su corta existencia, ya maneja importantes proyectos en el área industrial e inmobiliaria, además de algunas asesorías técnicas en obra.
¿Cuáles fueron los aspectos más enriquecedores de aquella experiencia?
Creo que un punto relevante es la rigurosidad. Todo es para hoy, nada es para mañana y todo tiene que quedar perfecto, esos fueron los dos conceptos que me traje desde allá.
¿Cómo replicas lo aprendido en Alemania a tu trabajo en Chile?
Después de esa experiencia, de haber trabajado en esa oficina, con ese idioma y tras pasar por muchas adversidades, ahora pienso que nada es imposible. Si me piden hacer un rascacielos, veré cómo lo hago; aunque no tenga idea, investigaré y estudiaré para trabajar y hacerlo bien. Luego de haberme probado a mí mismo que era capaz de trabajar allá, sin bajarle el perfil a las cosas, ya nada me asusta, sino que cada proyecto lo veo como otro desafío más y sé que voy a salir bien.
¿Cuáles son tus expectativas a corto plazo con tu oficina?
En general, quiero que todo siga andando bien como hasta ahora y que la oficina vaya creciendo cada vez más. El año pasado fue un año de siembra, donde generamos muchos proyectos que este año se empezarán a concretar y materializar.