TELL santiago DICIEMBRE 2018
todo, y se transforman en tu familia. Éramos nue- ve. En el camino se fueron saliendo. Actualmente solo quedan dos. Era fuerte cuando alguna de mis compañeras se iba. Tenía contacto por carta con mi familia y amigas una vez al mes, aunque ellos me podían escribir todos los días si querían. Era súper loco, pero la conversación y la profundidad que teníamos en las cartas nunca la habíamos tenido antes. Ni siquie- ra cuando me salí. La disposición era totalmente distinta, porque te hacías el tiempo para escribir. Y también te hacías el tiempo para contestar. Eso constituía una riqueza inmensa. Fue una época en que estuvimos más conectadas que nunca con mi mamá, en que nos escribimos los sentimientos más profundos. No teníamos celular ni acceso a internet, pero una vez a la semana una hermana nos leía las noticias de lo que pasaba en el mundo. A mí me dolió de- jar mi blackberry , pero después descubrí que no lo necesitaba. Nunca me sentí sola. Y eso me lla- maba la atención. Nunca experimenté la soledad estando ahí. Cantábamos karaoke, veíamos películas. Tenía- mosmucho tiempo de recreación, paseábamos en bicicleta a Las Vizcachas, hacíamos peregrinacio- nes a Los Andes. Me acuerdo que con los palos de las escobas bailábamos el limbo. Más que renun- ciar a algo yo creo que uno modifica su estilo de vida. Sí uno renuncia a la visibilidad de la familia. Y eso me costó un poco. me decía. Cuando entré a la comunidad le dije a mi mamá: “Siénte- te tú con la tranquilidad y yo con la libertad de que si hay algo que no me gusta lo voy a decir y si en algún minuto siento que esto no es para mí, me voy a ir”. Pero yo sé todo lo que le costó. Le costó infinitamente todo el tiempo que estuve adentro. EL PRINCIPIO Era agosto cuando entré a la comunidad. Me acuerdo que había harto sol. Ese día teníamos que ir con falda y en mi estado de per- manente rebeldía llegué con mis pantalones de la selección nacio- nal y me cambié en el auto. Me acompañaron mi abuela, mi mamá y mis hermanas. También llegaron algunas amigas de sorpresa. Las hermanas de la congregación se encargaron de mostrarles el lugar que, de ahora en adelante, sería mi casa. Ese día llegué con mi peluche regalón, algunos libros, la Biblia, fotos de mi familia, un par de patines, un skate , mi pelota de fútbol y pistolas de agua. Si entraba, me tenían que aceptar con todo lo que era. Y esos “juguetes” formaban parte de mi historia. Los dos primeros meses se llaman Aspirantado. Durante ese perio- do el horario eramás libre y la casa estaba abierta para las amigas y la familia que quisiera ir a verme. Teníamos que vestirnos con falda, podíamos salir dos veces al mes para ir a ver a nuestras familias y nos dejaron conservar nuestros celulares. Pasado al Aspirantado, viene el Postulantado que dura seis meses. Usábamos un jumper, nerd y perno, pero a mí me encantaba. To- dos los días, a las siete y media de la mañana, íbamos a misa con las hermanas. Teníamos clases de catecismo, mariología, alemán, música. Ahí aprendí a tocar guitarra. También hacíamos labores domésticas y muchas manualidades. Es un tiempo muy lindo por- que conoces a tus compañeras en el cansancio, en el hambre, en Cantábamos karaoke, veíamos películas, hacíamos peregrinaciones a Los Andes. Me acuerdo que con los palos de las escobas bailábamos el limbo. Más que renunciar a algo yo creo que uno modifica su estilo de vida. Sí uno renuncia a la visibilidad de la familia. Y eso me costó un poco”. 44 tell. cl
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