TELL santiago DICIEMBRE 2018
F rente a Puerto Guadal, pequeño pueblo ubicado a orillas del lago General Carrera, siguiendo el desvío que nace en la Carretera Austral por la ruta 256, la minería dejó su huella. Letreros, estructuras, fierros y maquinarias que, a pesar de estar en desuso, siguen ocupando el suelo de los bosques creando un paisaje de vida y muerte. Son rastros humanos que inquietan, viejas y roídas piezas de un puzle roto que, alentadas por la imaginación, servirían para reconstruir las escenas que un día le dieron vida a la Escondida, uno de los tantos campamentos mineros que terminó transformándose en desafío ambiental para el país. Con el objetivo de hacerse cargo de ellos nace el “Catastro Nacional de Faenas Mineras Abandonadas y/o Paralizadas”, proyecto impulsado por SERNAGEOMÍN, en coopera- ción con Japón, que desde el 2008 ha permitido localizar 492 sitios de ese tipo a lo largo de Chile, determinando su ubicación, caracte- rísticas y nivel de riesgo. Así es como se pudo concluir que Escondida fue una mina de cobre y oro que cerró sus faenas en 1995 y, a partir de esa fecha, que- dó en los registros como abandonada, al igual que muchas de las construcciones, materiales y herramientas con las que ciento cin- cuenta obreros entraban y salían de la tierra para extraer minerales. Escondida fue una mina de cobre y oro que cerró sus faenas en 1995 y, a partir de esa fecha, quedó en los registros como abandonada, al igual que muchas de las construcciones, materiales y herramientas con las que ciento cincuenta obreros entraban y salían de la tierra para extraer minerales.
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