TELL santiago DICIEMBRE 2018
Cuando me sentía desmotivado mi papá estaba ahí para darme un impulso. Sin su apoyo tal vez habría dejado el deporte. Yo creo que los papás de mis antiguos compañeros no estaban tan interesados porque pensaban que era un taller más del colegio y no tuvieron ese “dale, tú puedes, te llevo, te traigo y cómo te fue, vamos al campeonato, vamos a Higuerillas”. Y en eso mi papá fue un pilar fundamental”. 32 tell. cl Su primer barco fue un Optimist, “con el que todos los chicos aprenden a navegar”. “Me subí y fue entretenido. Venía todos los miér- coles y entrenaba con Federico y Claudio, quienes todavía trabajan en la Cofradía y nos inculcaron lo básico. Después llegó un entrenador argentino, Federico López, para los fines de semana. Y a los chicos que estaban motivados y con potencial nos ofrecían barcos y yo dije ‘esto es lo que necesito”. Su primer campeonato fue contra el Club de Yates Algarrobo. Tenía nueve años, no entendía nada de cómo funcionabauna regata y ladecepción fue total. ¿Qué hace que un niño, a pesar de unamala expe- riencia, continúe en un deporte? Mi familia estuvo muy metida; los seis hermanos somos deportistas. Yo te diría que mi familia, mi papá más que nadie, me obligó a entrenar los fi- nes de semana. Cuando me sentía desmotivado mi papá estaba ahí para darme un impulso. Sin su apoyo tal vez habría dejado el deporte. Yo creo que los papás demis antiguos compañeros no estaban fotografía Benja Sans El 15 y 16 de diciembre se realiza el selectivo panamericano en Alga- rrobo, y el 14 y 15 de enero es el Campeonato Nacional en Frutillar. En estas dos fechas se juega Clemente Seguel la opción de estar en sus primeros panamericanos y, con ello, aumentar las posibilidades de conseguir un cupo a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. “Es un camino largo. Por eso tienes que trabajar a conciencia”, asegura. FAMILIA DEPORTISTA Clemente Germán Seguel Lacamara nació en Temuco. A los dos años su familia se mudó a Santiago y cuatro después se traslada- ron definitivamente a Algarrobo. Remarca cada sílaba del gentilicio: “Me siento algarrobino”. “Somos seis hermanos. Arturo tiene Síndrome de Asperger y mis pa- dres encontraron que era bueno para él estar en un ambiente dife- rente a Santiago, que nos parecía tóxico y donde pensamos que no se iba a adaptar de la mejor manera a la sociedad”. En lugar de circular por autopistas y capear kilómetros de atocha- miento, su madre comenzó a llevarlo por caminos rurales desde la costa hasta su primer colegio, El Valle de Casablanca. “En cuarto básico tenías la posibilidad de talleres deportivos y dentro de eso estaba navegación a vela en la Cofradía Náutica del Pacífico”.
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