TELL SANTIAGO NOVIEMBRE 2019

“ Mis primeras fotos fueron a través de la ventana del auto de mis papás cuando partíamos de viaje al sur. Eran los típicos viajes eternos, en los que salías de madrugada y llegabas al anochecer. Yo encuadraba a través de esa ventana pequeña de forma triangular en el asiento de atrás y disparaba. Capturaba imágenes y las retenía para siempre. Desde el colegio, la cámara comenzó a ser una compañera, de esas inseparables. Iba conmigo a los paseos de curso, a los cumpleaños. Incluso en las giras al extranjero cuando íbamos a jugar hockey. Con el tiempo, mis fotos se convirtieron en un valioso registro, en una herramienta de expresión y de captura de momentos en mi vida. En esa época, usaba la cámara de mi abuelo, una cámara alemana manual con una óptica maravillosa. Era viejita, no tenía ningún sistema de medición de la luz que funcionara y tuve que aprender a usar el ojo, a mirar la luz, a medir y exponer para lograr una buena fotografía. Viajé mucho con esa cámara análoga e hice mucho blanco y negro, quemás tarde revelaba enmi casa. Siempre me gustó que me regalaran libros de fotografía. Leí muchos para aprender y entender bien la técnica. Al salir del colegio tomé cursos con grandes maestros como Luis Poirot y Bob Borovich. Y aunque estudié Nutrición y Dietética en la Universidad de Chile y era una de las mejores alumnas de mi generación, la fotografía pudo más. Entré a estudiar a la escuela FotoArte.

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