TELL santiago OCTUBRE 2018
36 tell. cl L a selección chilena de pesca submarina, tras doce años, volvió a subirse al podio en un Campeonato Mundial. Lo hizo en las costas mediterráneas de Sagres, Portugal, durante los primeros días de septiembre. El equipo com- puesto por Adrián Quezada, Miguel Soto, Jorge Zepeda, Esteban Olivares, Jorge Galanakis y Fernando Alcaíno ob- tuvo el tercer puesto, tras España y Portugal. Con tres campeonatos mundiales —Iquique 1971, Antofagasta 1984 e Iquique 2004—, dos subcampeonatos y la reciente presea de bronce, Chile vuelve a confirmar su lugar de potencia situándose en el cuarto lugar del medallero histórico por equipos. Aun con estos antecedentes, y sumado el hecho que el país cuenta con una campeona mundial en pesca submarina, como Margarita Aldunate, las noticias siguen siendo escasas, y pareciera que los más de cuatro mil kilómetros de costa no son argumento suficiente para conocer la esencia de esta disciplina, y entender por qué estos deportistas deciden, incluso, arriesgar su vida por capturar un pez —a puro pulmón y con ayuda de un arpón— en las frías aguas del Pacífico Sur. OTRO MUNDO A unos cuantos pasos en dirección norte de la playa grande de Cachagua, en la comuna de Zapallar, se encuentra una pequeña extensión de arena blanca, circundada por roqueríos bajos y aguas verdosas, todo rodeado por matorral endémico y algunos árboles exóticos. Es la famosa playa Las Cujas, un lugar que, a principios de primavera y todavía sin la hor- da turística, parece idílico y fantasioso. Este es el lugar donde Fernando Alcaíno Armas (treinta y dos años y tres mundiales a cuestas) se inició en la pesca submarina. Lo que está ante sus ojos, y que yo solo puedo ver superficialmente, es el jardín de su casa. Bajo el color turquesa que ofrece este día soleado hay una vida inconmensu- rable que le cuesta traducir en palabras. Dice que bajo el agua existen colores que en tierra no se pueden percibir y que allá abajo es “otro mundo”. Fernando nació en Santiago, pero todos sus ve- ranos transcurrieron en Cachagua. Antes de ser balneario, cuando era un peladero sin árboles y el aspecto rural prevalecía, su abuelo, Fernando, cons- truyó una casa a pasos de Las Cujas. Un buen día compró una máscara, luego un arpón y así se inicio una herencia que pasó a su hijo y luego a su nieto. ¿Qué nombre te parece más adecuado: pesca o caza submarina? La verdad es que es caza submarina, pero aquí, en España y otros lados le han puesto pesca sub- marina porque suena más amigable, y la caza se ve demasiado invasiva. Pero en realidad, uno no fotografía Mariela Sotomayor
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