TELL SANTIAGO JULIO 2019
70 tell. cl ¿Dirías que esa es la clave a la hora de emprender? Creo que es súper importante tener una buena idea, ¡pero plas- mada en un papel!; si el proyecto está establecido y cuantificado, ordenadito, uno puede partir y no desviarse en el camino. Se tienen que establecer bien los costos, los precios, las estrategias, a quién y cómo vamos a llegar. Puede haber miles de ideas, pero para hacer un negocio hay que saltar la barrera. No hay que tener miedo, es injustificado; si fracasas, lo vuelves a intentar… hay que partir con lo básico y crecer, establecer una idea y seguir estrategias claras. Y fue así como el 2015, una vez vendida la embotelladora y con la única restricción de no poder competir en el mundo de los be- bestibles, supieron que ahora les tocaba a ellas. “Comenzamos a analizar qué íbamos a hacer porque no nos íbamos a quedar desempleadas y la opción de emplearnos no existía… ¡ya estába- mos mal criadas!, hacíamos lo que queríamos en la empresa de la mamá y ella siempre nos apañó, cada una ponía su punto en la mesa y tomaba decisiones en su área”, cuenta Daniela. ¿Cómo fue que llegaron a las cabritas? Vendimos la empresa y partimos a una feria de innovaciones en San Francisco, Fancy Food. Nos dimos cuenta de que había cien stands de cabritas; lo mismo pasaba en los super- mercados, había tres metros de papas fritas y dos de cabritas… entonces hicimos un estudio de mer- cado en Chile y comprobamos que aquí no pasaba nada con las cabritas, ¡no existían! Sin embargo, había otros estudios que decían que los chilenos amaban las cabritas, que todo el mundo las comía, pero en el cine, en el circo, en los juegos. Comer cabritas era sinónimo de algo entretenido, te traía buenos recuerdos, se asociaba a todo lo lindo de la niñez, pero empaquetadas no las encontrabas. MANOS A LA MASA Con el panorama claro y teniendo en mente que sacarían ventaja del conocimiento que ya traían del mundo del retail , decidieron producir cabritas saludables y nació Puripop. “Decidimos no solo hacer algo rico, sino también saludable; justo estaba en el Congreso la nueva ley de etiquetado y nosotras estábamos en esa mis- ma parada, pues nuestros niños eran intolerantes a ciertos alimentos. Peleábamos en el jardín por- que mientras mandábamos brócoli de colación, el amiguito llevaba Super8. A los dos y tres años no hubo problema, pero ya con cuatro empezaban a mirar al amigo y preguntarse por qué él llevaba ga- lletitas; querían tener la sensación de abrir una bol- sita linda, más allá de querer probar en ese minuto lo que llevara el compañero. Entonces empezamos a pensar en algo saludable, que te alimente, que sea lindo y te den ganas de comerlo”, dice Javiera. En casi tres años, pasaronde vender cuatrocientas a cuatro mil quinientas cajas. De estar presentes Nos criaron con cero miedo, hoy los cuatro hermanos somos emprendedores; si uno fracasa, no pasa nada… si tienes una idea y no funciona, da lo mismo, ya tendrás otra. Si te va mal, vuelve a intentarlo”, Javiera Albarrán.
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