TELL SANTIAGO JULIO 2019
mostrar. Es complicado trabajar con muchos elementos al mismo tiempo, pero ahí está el desafío. ¿Eres de hacer visitas guiadas?, ¿de explicar tu proceso creativo en cada una de las obras? No sé qué tanto aporte una visita guiada. Pintar es como hacer una canción, es más espontáneo, no es algo que uno pueda dirigir, en- tonces hay más anécdota, más historia en cómo se gestó la obra, que en la obra en sí. ¿Y ese permanente juego entre maldad e inocencia, belleza y vio- lencia? No son antagónicos, comparten la misma naturaleza; he observa- do que se da harto en el arte primitivo, en los rituales antiguos, en las culturas ancestrales. Parte de nuestra experiencia humana, de nuestros impulsos y sentimientos están simbolizadas en estos espí- ritus de la naturaleza, en esta suerte de demonios. ¿Lo que vemos en tus cuadros son tus propios demonios? Claro, pueden ser demonios o cosas buenas. Algunos elementos se repiten, son más constantes. Como los animales, que cruzan toda tu obra Yo creo que los artistas tienen ciertos tótems, seres que te represen- tan, que hablan de algún momento tuyo, de sensaciones, que tocan las fibras más profundas y antiguas, como las religiones animistas. ¿Te acomoda el formato grande? Me acomoda el formato de la composición, me gusta que sea pare- cido a la realidad. Pero fue más un accidente que otra cosa. ¿Qué te inspira? Necesito planificar un cuadro, pero hay un pulso que produce la ma- gia, que crea la necesidad de plasmar en una tela lo que yo quiero. No es que no me guste el arte abstracto, lo encuentro entretenido, pero no tengo nada que decir ahí. Puedo jugar con la materialidad, jugar con resina, tirar unas manchas, fumarme un pito y ver qué pasa”. ¿Y qué quieres? Plasmar los sueños. UN PEDAZO DE VIDA Artífice de El encuentro , que por estos días se exhibe en el Centro Cul- tural El Tranque —y que en septiembre cruzará el Atlántico para aterri- zar en Londres de la mano del subastador y coleccionista suizo Simón de Pury—, tenía ocho años cuando comenzó a pintar con óleo. “Me volvió loco de niño, de adolescente me metí más en el deporte, pero a los dieciséis lo agarré con fuerza de nuevo”. Y no lo soltó más. La histo- ria es conocida: dejó la universidad, se convirtió en discípulo del pintor noruego Odd Nerdrum y comenzó a exponer. Ciudad de México, Turín, Barcelona, Sicilia, Santiago. “De Nerdrum traté de sacar en limpio el espíritu, ese no sé qué que le da alma a los cuadros, su relación con la pintura. Más que un docente, un maestro, era una especie de figura sagrada y se armaban sectas espon- táneas. Un clima curioso con el que conviví seis meses”. Sindicado como el artista más joven en exponer individualmente en el Bellas Artes —que adquirió su obra Vida eterna —, y en la estación de metro Baquedano, dice que la pintura figurativa “ha vuelto a tener peso, hay una suerte de reivindicación a nivel mundial. Debe haber algo que gusta en la artesanía, en la plasticidad, en ese toque huma- no medio imperceptible que produce otras sensaciones”. ¿Y el arte abstracto? No es que no me guste el arte abstracto, lo encuentro entretenido, pero no tengo nada que decir ahí. Puedo jugar con la materialidad, jugar con resina, tirar unas manchas, fumarme un pito y ver qué pasa. ¿Quiénes son tus referentes? Son varios. De la pintura clásica, Rembrant, Sorolla, Franz Von Bayros,
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDQ4NTc0