TELL SANTIAGO JULIO 2019

No sé qué tanto aporte una visita guiada. Pintar es como hacer una canción, es más espontáneo, no es algo que uno pueda dirigir, entonces hay más anécdota, más historia en cómo se gestó la obra, que en la obra en sí”. S e ve desde la entrada de la casa. Se llama El hom- bre de mis gatos y Guillermo ya perdió la cuenta de las veces que lo ha intervenido. El mural, de gran- des dimensiones —3,50 por 4,50 metros para ser más exactos— es lo primero con lo que uno se topa al entrar al pequeño reino que construyó el pintor en el valle de Chicureo. Inquietante, como todas sus obras. Tenebrosa, como todas sus obras. Perturbadora. Un mundo de fantasía que bien podría ilustrar los cuentos de Hans Christian Andersen o los Hermanos Grimm, pero no. “Retrato las pulsiones de la vida, me gusta que mis cua- dros tengan quiebres, porque incluso en los cuadros más trágicos hay belleza y esperanza”. ¿Qué te pasa cuando pintas? Cuando pinto me pasan tantas cosas, porque es mucho rato, que es distinto a cuando estoy armando un cuadro, que es la parte del proceso creativo más excitante: cuando te estás acercando a lo que quieres lograr para que la obra, para que el contenido de la escena y el relato que se arma, tenga potencia visual. Eso me importa. ¿Cómo es ese proceso creativo? Mi método de trabajo es complejo, siempre estoy atento a lo que me llama la atención, voy recopilando imágenes y armo carpetas con notas, fotos, invenciones, que más tarde uno con bocetos. Y voy haciendo el proceso de imaginería para poder llegar a lo que quiero

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