TELL SANTIAGO MARZO 2019
y las cargas de trabajo físico. “Cuando los domingos hacemos la vuelta larga en bicicleta él me acompaña. Y generalmente salgo con gente joven”. Dos veces ha estado en Hawái, la meca del triatlón. Allá llegan los mejores y Aída quiso probarse a sí misma. En 2008 rebasó las dieci- siete horas de triatlón y aunque cruzó la meta de noche, su nombre no figura en los registros oficiales. Dos años después, con la expe- riencia a cuestas, y ese incansable bicho de la competencia picán- dole los talones, logró un tiempo de 16:37:44. Terminar un Ironman de Hawái son palabras mayores. -Los Ironman son pura cabeza- dice. Esamedalla ya está colgada en la consulta de la pediatraMilinarsky y los niños siguen preguntando… PUCÓN Su primera competencia del año fue muy distinta a todas. La mar- ca de bebidas isotónicas, Gatorade, la fichó para promocionar el deporte femenino. Fotografías con el rostro surcado y el pelo entre- cano y ensortijado de Aída ocupaban las calles de este balneario. En el flujo frenético de las redes sociales circulaba un video repleto de coraje y pasión. Las otras protagonistas fueron Josefina Flores, de dieciséis años, quien el 2017 ganó el Kids Challenge de Pucón, y Pamela Tastets, quien en dupla con su marido Felipe Van de Wyngard se dedican enteramente al triatlón. ¿Cómo se sintió en Pucón? No me sentí cómoda. Fue mucha exposición. Igual encontré buena idea el concepto de Ironwoman que llevó Gatorade. Esto de la señora mayor que hace deporte prendiómucho. Yome estreso antes de una competencia y de repente aparecía un micrófono en plena partida. ¿Por qué cree que provocó tal revuelo? Es un caso que muestra que las cosas se pueden hacer y que si quieres, se puede. La doctora Milinarsky sale de vacaciones y en Puerto Octay se con- vertirá en la triatleta Milinarsky a tiempo completo. El próximo de- safío es un medio Ironman en Florianópolis, Brasil, y la carga física comienza a subir. Allá va a buscar otro pedazo de vida, otra historia que contar. Cuando Aída Milinarsky bordeaba los cincuenta años de edad pensó que acompañar a una amiga a andar en bicicleta podría ser una buena idea. De la bicicleta pasó al trote. Y del trote al nado. Fue un camino sin retorno que se agudizó cuando se paró por primera vez frente a un cartel de ‘partida’ y sintió lo que muchos sienten cuando cruzó el lienzo que indica ‘meta’. T
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