TELL SANTIAGO FEBRERO 2020

40 tell. cl de Reñaca. Aunque reclamen su talento de todas partes del mundo, aunque en tres semanas deba partir hacia Indonesia, Rusia y Ucrania y luego volver a nuestro continente a compartir sus conocimientos en Ecuador y Argentina, todavía no se cree el cuento. ¿Por qué? Nací en una familia súper humilde, donde siempre me hicieron tener los pies bien puestos sobre la tierra. Hay que saber dónde están tus raíces, y yo sé de dónde vengo. Los premios y reconocimientos son una suerte de homenaje a la lucha contra viento y marea que dieron mis padres, quienes murieron muy jóvenes para sacar adelante a sus tres hijos en condiciones precarias, sin dinero, pero siempre con amor y cariño. Al final del día mis obras reflejan mi vida, esos momentos tan duros de los que logré salir. Siempre me emociono cuando me acuerdo de ellos, y más todavía porque nunca llegaron a ver mi trabajo con la cerámica. Estamos sentados en unamesa larga, al aire libre. Ajenos al bullicio de una veintena de mujeres que vinieron de diversas partes a compartir un par de días con él y que trabajan, afanadas. “Los workshops me producen una tensión constante. El saber que la gente ha hecho un esfuerzo económico por estar ahí contigo y que están pendientes de ti genera mucha presión y me hacen estar al límite”, confiesa. Y sin embargo, mientras conversamos, esa tensión a la que alude pareciera no incomodarle. Por el contrario, se ve más vivo que nunca. “Es el karma de mi vida. Yo no soy una persona demasiado social y resulta que la principal fuente de trabajo son los workshops , la comunicación, cosa que me está enriqueciendo como persona, porque el contacto humano es muy positivo. Con el tiempo he aprendido a disfrutar más mis clases”. “ Yo les he dado cuatro pautas, ahora olvídenlas y empiecen a trabajar como lo han hecho siempre y verán que cuando comiencen a elaborar las piezas con su estilo y aplicar parte del mío, van a disfrutar. Quítense el miedo, lo único que no podemos modelar con arcilla es el miedo. No intenten reproducir lo que he hecho. Sean ustedes, no sean yo. Esa es la única forma de perder el miedo”. Es la primera vez que Alberto Bustos (47), delgado, de reluciente cabeza rapada y mentón anguloso, está en Chile. Lleva puesto un delantal de cuero negro con una foto impresa que representa su manifiesto: una mano, un cepillo de dientes y un colador, “los tres elementos con los que siempre trabajo. Puse esta foto irónicamente, como diciendo: esta es mi impresora 3D”, explica con una gran sonrisa. “La mano es la principal herramienta. Creo que la arcilla es necesario modelarla y labrarla con las manos”. Lleva veinticinco años dedicado a la cerámica y apenas cuatro impartiendo workshops como el que acaba de dictar en Ceramistas No tengo referentes. La evolución de mis trabajos depende de mis sentimientos. Hay días en que simplemente mis manos no fluyen y ya está”.

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