TELL SANTIAGO FEBRERO 2020
estaba ahí. Se hacían grandes comidas, había niños; los adultos discutían de política, de derechos civiles. Fuimos una familia per- seguida, mi abuelo (Carlos Vicuña Fuentes, autor de La tiranía en Chile , 1928), que publicaba a Vicente Huidobro y a Pablo Neruda, estuvo preso muchas veces. Siempre estuvieron presentes la pa- sión por el arte, la creación, la justicia y los derechos. El arte era visto como una expresión de amor. ¿Cuáles son tus grandes influencias? Mi familia, el pensamiento indígena, el pensamiento surrealista (que postula que la poesía es la manifestación vital del hombre), el pensa- miento oriental (que ya leía a los doce años), y el mundo anterior a 1973, que era hermoso, abierto, creador. En tu poesía hubo un libro, Antología de poetas surrealistas , del ar- gentino Aldo Pellegrini, que te marcó, ¿por qué? Sí, lo leí a los catorce años, gracias a la biblioteca de mi tía Rosa, una mujer extraordinaria. Me impresionó porque incluía poesía de 45 tell. cl T mujeres. Había solo dos (Joyce Mansour y Gisèle Prassinos) en un largo listado de hombres. Me sentí liberada para escribir. Mi poesía es de los años sesenta y aún está censurada en Chile. Publiqué mi primer libro afuera, en los setenta. Recién, en 2013, Catalonia editó El Zen surad o, con poemas escritos en 1965 y 1972. Aún hoy la presencia de poetas femeninas en antologías es mínima, a pesar de que ha habido grandes exponentes. Chile es uno de los países más machistas que existen. Hay un con- trol de la palabra en manos de los hombres. En las culturas indí- genas, en cambio, las machis son poetas. En la cultura mestiza, Mistral es plata, está en un billete, pero la mayoría de la gente no la ha leído jamás. ¿Es cierto que, por primera vez, encontraste un hombre sin miedo ni complejos frente a una mujer creativa? Sí, recién ahora, “de vieja”, he encontrado el verdadero amor: un poeta estadounidense mestizo. Y no digo más.
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