TELL STGO ENERO 2020

48 tell. cl Viajes y recuerdos En la década de los setenta, cuando viajábamos desde Santiago a La Serena, debíamos tomar un viejo bus que salía a un costado de la estación Mapocho. Era el único que existía para llegar a la Región de Coquimbo. Era una verdadera odisea el viaje. Su salida, que era a las ocho de la mañana, generalmente se atrasaba unos treinta minutos por si alguien no llegaba a la hora. El bus no tenía baño, quizás por eso se detenía en muchos lugares del trayecto por unos quince minutos. Los conductores aprovechaban de entregar correspondencia y encomiendas en esos lugares. La primera parada oficial era la ciudad de La Calera, que queda a sólo cien kilómetros de Santiago. Los pasajeros nos bajábamos y “estirábamos las piernas”, ya que los asientos no eran muy cómodos. Después de algunos minutos, nuevamente “todos arriba”. El lento movimiento de estas enormes máquinas, se complementaba con la imposibilidad de adelantar algún vehículo durante el viaje, ya que la carretera tenía usa sola vía de circulación. La parte central de nuestro recorrido hacia La Serena, correspondía a la ciudad de Los Vilos. Allí el bus se detenía por un tiempo más prolongado, incluso hasta sesenta minutos para almorzar. Después de nueve horas de viaje el bus entraba a su terminal. Cuando los relojes marcaban las cinco de la tarde, aparecía en la calle el carryall , muy moderno y confortable, que nos llevaría, en una hora y media, hasta la cima del observatorio, para comenzar, esa misma noche, las observaciones de las maravillas del cielo austral, un cielo poco investigado, ya que en el hemisferio sur terrestre no existían grandes observatorios para investigar estos lugares del universo. Lo bueno era que no llegábamos cansados a trabajar de noche, ya que en el viaje entre la capital y La Serena, que era de muchas horas, podíamos dormir sin problemas y descansar lo suficiente, para estar en forma durante la noche. Nuestro arribo a la montaña era el final del viaje de unas once horas. Al atardecer y después de una espectacular cena, tomábamos unos pequeños autos eléctricos, para no contaminar, que estaban al lado del casino del observatorio y llegábamos a las cúpulas, que son los edificios que contienen los potentes telescopios en su interior y, luego de conversar con los astrónomos para orientarnos en ese viaje estelar por el espacio, comenzaba la observación. Todo se hacía, al igual que en la actualidad, bajo el idioma inglés. En aquel entonces no existían las computadoras ni la tecnología digital actual. Trabajábamos bajo una oscuridad total y con las bajas temperaturas de la noche. Por supuesto que usábamos trajes especiales que impedían que nuestros cuerpos se enfriaran durante las casi diez horas de observación continuada. Al amanecer, cuando el cielo comenzaba a iluminarse, la labor astronómica terminaba y nos dirigíamos todos al casino para un reconfortante desayuno al estilo “gringo”: pan, huevos, leche, jugos y fruta. Hoy, el viaje dura no más de seis horas y la comodidad de los buses es sideralmente diferente. Te dan colación dentro del bus. Tienes televisión a color, los asientos son cómodos y si pagas un poco más, puedes irte en un asiento grande y amplio, llamado “cama”. La ruta 5 norte, en la actualidad, es de dos vías en cada dirección y no existe el peligro de colisión, como lo teníamos en aquellos años de la década del setenta. Hoy la correspondencia es distribuida por empresas particulares a lo largo de Chile y no es llevada,comoenelpasado,por losconductores de aquellos buses que hicieron historiamágica en las carreteras de añosos y calientes cementos. astronomía Por Arturo Gómez M. A veces es bueno mirar hacia atrás y recordar cómo los tiempos van cambiando a las personas y a las tecnologías que nos rodean, año a año. Afortunadamente, quienes viajamos tantos años por nuestras carreteras, entre Santiago, La Serena y Vicuña, nos damos cuenta de que nuestro país progresa, lento pero seguro.

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