TELL STGO ENERO 2020

25 tell. cl Su interés por la ciencia comenzó como un juego y se convirtió en amor. Lleva casi dieciséis años como docente. En un colegio de Angol enseña a niños vulnerables, con un aparato que le regaló la NASA. Y ha hecho tal diferencia que fue galardonada con el Global Teacher Prize Chile 2019. ¿Sus métodos? La investigación científica y la educación empática, que le traspasó una maestra que creyó en ella, cuando era una niña con problemas de atención. Por Francia Fernández P. / Fotografía Teresa Lamas G. La ciencia de educar Nadia Valenzuela profesora de Ciencias H ace unos meses, Nadia Valenzue- la (39) recibió una de las mejores noticias de su vida: resultó ga- nadora del Global Teacher Prize Chile, la versión local de un pre- mio conocido internacionalmente como el “Nobel de la Enseñanza”, que recae en docentes cuyo trabajo de excelencia tiene un im- pacto dentro y fuera de las aulas y que, en el país, conduce Elige Educar. Nadia es profesora de la Escuela Lucila Godoy Alca- yaga, de Angol, en la Región de la Araucanía, don- de da clases de Ciencias a doscientos cincuenta alumnos, de primero a octavo básico, desde hace casi cuatro años. Entre otras cosas, los hace expe- rimentar con un aparato llamado clinostato, que consiguió gracias a una donación de la ONU, y que, al girarlo, en sentido contrario a las agujas del reloj, provoca el efecto de microgravedad. De ese modo, los estudiantes observan cómo responden las se- millas a la alteración del campo gravitatorio, algo que podría servir para la futura creación de granjas en el espacio. A esta maestra el premio la tiene emocionada. “Sé que es algo grande y de mucha responsa- bilidad, y me llena de orgullo, principalmente, porque siento el cariño, sobre todo, de las pro- fesoras, ya que es como que estoy reivindicando el género. Existe la idea de la ciencia ligada a lo masculino: el hombre trabajando en un laborato- rio y la mujer relegada a otras áreas, y no es así. Este es un ejemplo”, comenta con entusiasmo, en el patio de la facultad de Medicina de la Uni- versidad de Chile, ubicada en la Quinta Normal. Acaba de brindar una capacitación a cien profe- sores de colegios municipales, como parte del programa ECBI (Educación en Ciencias Basada en la Indagación), que promueve una enseñan- za “que permite que el alumno piense como un científico”, explica. Nacida en la ciudad de Victoria, Nadia (cabello azabache, ojos saltones, sonrisa con frenillos) es lamayor de dos hermanos (el menor se dedica a la construcción, en Santiago). Se crió bajo los influjos de una madre dueña de casa y de un padre pro- fesor de Ciencias Naturales en Educación General Básica, como ella. Hace quince años está casada con Víctor Jara, un funcionario público con el que tiene un hijo de ocho, Vicente, que es su “fan nú- mero uno”, cuenta. ¿Siempre quisiste ser profesora de Ciencias? Siempre me interesó la ciencia. Mi padre tenía un herbario, un álbum donde iba pegando hojas de árboles o flores, con sus nombres científicos. Con siete años me enteré de la tragedia de Chernobyl. Ahí empecé a meterme en los libros. Mi papá nos explicaba los procesos científicos, nos estimula- ba a hacer preguntas. Era un desafío. Partió todo como un juego, y me terminé enamorando de las ciencias, que es la materia más linda que pode- mos enseñarles a los niños, porque la ciencia está fuera y dentro de nosotros, por ejemplo, con los procesos que ocurren cuando nos enamoramos o sufrimos por amor.

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