TELL NORTE MARZO 2019

65 tell. cl ¿Cuántas personas viven en el pueblo de Maringué? Alrededor de seis mil a siete mil personas, pero en las aldeas mil o un poco menos, por eso es fácil que ellos puedan replicar esta iniciativa. ¿Cómo son las familias allá? En general, ninguna familia tiene empleo, cada uno posee un pe- dazo de tierra y siembran. Los dueños de las cabras lecheras viven en lugares súper remotos, sin agua, ni luz, andan acarreando agua todo el día para conseguirla. Uno podría sorprenderse de las condi- ciones precarias en las que están , pero en general ellos viven bien con lo poco que tienen. No cuentan con recursos para mandar a sus hijos al colegio, ni pagar para sus pruebas o fotocopias. Hay poligamia y son familias numerosas, porque no hay mucho control de natalidad, incluso de ocho hermanos o más. Las historias son todas similares, son bien humildes y viven en chozas de barro en medio de la sabana. La desnutrición está latente… Sí, siempre… ahora ha mejorado con la ayuda de la leche de cabra que aporta grasa y proteínas principalmente. El tema es que cul- turalmente el adulto tiene la prioridad, comen todos juntos, pero al niño siempre le va a llegar menos alimento. Si bien no es tan común que se mueran niños, estos no tienen un balance nutricio- nal muy bueno. DESDE LA TIERRA “La idea es que las nuevas generaciones vayan aprendiendo y el día de mañana sean los hijos de estas familias los pastores. Hoy como muchos son viejitos, cuesta de que tengan rutinas. La gente de campo de allá es como la de acá, tienen sus tradiciones y mañas (ríe)… y que llegue un tipo extraño de otra parte del mundo a mu- chos no les cae tan bien de primera. Por eso es clave conocerlos; yo estuve un par de meses sólo visitando, mirando, conversando”. ¿Qué cosechan? Lo principal es el maíz, yuca, porotos, maní, sorgo, sésamo. Lo que siembran lo guardan para la casa y lo comen durante todo el año. Son pocos los que cosechan sésamo o algodón y lo pueden ven- der a los mercados a precios bajísimos, especialmente a los chinos. También hay mucho mercado de hortalizas, tomates o repollos con los que luego compran sal o aceite. Sus siembras son buenas, pero su problema son las plagas de saltamontes o gusanos que arrasan con todo y se quedan sin nada. Por eso muchos viven al límite y si se suma la sequía es aún más complicado. ¿Qué han podido implementar de acá? A muchos les interesó cómo regamos. De hecho, hicimos un pozo en una huerta. El próximo paso es poner un estanque acumulador, porque lo que hacen ellos es lanzar un balde para abajo del pozo, recogerlo y después ir a regar planta por planta, pero es mucho tra- bajo. También se puede implementar un tambor con una mangue- ra, lo más simple posible para que no se lo roben. ¿Cómo has podido ayudar desde tu profesión de ingeniero agró- nomo? Me ha ayudado mucho. Con mi familia tenemos una parcela en Casablanca, somos apicultores (mi papá y hermano también son agrónomos) y entendemos lo que es la vida de campo, por eso sen- timos que podemos ayudar de una forma u otra. Puse una colmena en Maringué, pero no resultó porque hay que estar controlando, por lo menos, una vez a la semana. La atacó un bicho y la mató. Se pueden hacer buenos proyectos, pero hay que estar allá, porque la abeja africana es más chica, pero muy buena productora de miel. OLIMPIA “Cuando el padre Roberto estaba en Mozambique tenía tres casas para acoger estudiantes, que también venían de las afueras de Ma- ringué. A todos los que quisieran estudiar se les daba una mesada, se les pagaba el colegio y si tenían buenos resultados se les man- daba a la universidad o a hacer cursos. Tenía una escuelita para reforzar a los niños y les daba desayuno para que pudieran estudiar bien y no se durmieran por la falta de comida. Ahí también llegába- mos los misioneros y nos financiaba alimentación y alojamiento”. Entonces fue un gran impacto para la localidad su partida… Enorme, y la verdad es que todos quieren que vuelva. Pero todos esos estudiantes siguieron siendo financiados por el mismo padre Roberto desde Chile. Lo que sí otros proyectos quedaron parados con su partida. Los nuevos sacerdotes son de Mozambique y En general, ninguna familia tiene empleo, cada uno posee un pedazo de tierra y siembran. Los dueños de las cabras lecheras viven en lugares súper remotos, sin agua, ni luz, andan acarreando agua todo el día para conseguirla. Uno podría sorprenderse de las condiciones precarias en las que están, pero en general ellos viven bien con lo poco que tienen”.

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